Polvo blanco: el secuestro neuroquímico perfecto
Por 6 Agosto, 2025Cuando se habla de drogas adictivas, la cocaína suele estar en la cima de la lista. No es casualidad. Su acción sobre el cerebro es tan poderosa que no solo genera una dependencia brutal, sino que también “bloquea” cualquier otra fuente de placer o motivación. Es como si el cerebro pusiera todas sus fichas en ella… y descartara el resto.
¿Qué hace la cocaína en el cerebro?
La cocaína actúa principalmente sobre un sistema químico clave del cerebro: el sistema dopaminérgico, el encargado de regular el placer, la motivación y el aprendizaje. Cuando hacemos algo placentero —como comer, escuchar música o tener sexo— el cerebro libera dopamina, un neurotransmisor que nos dice: “¡Esto estuvo bien, repítelo!”
Pero la cocaína hackea este sistema. En lugar de permitir que la dopamina se libere y luego se recicle (como es natural), bloquea su recaptación, haciendo que se acumule en cantidades excesivas. ¿Resultado? Una sensación intensa de euforia, energía y poder que el cerebro registra como la mejor experiencia posible.
¿Y qué pasa después?
Tras varias dosis, el cerebro empieza a adaptarse. Produce menos dopamina de forma natural, y los receptores que la detectan se desgastan. Las actividades cotidianas (comer, amar, reír, socializar) ya no provocan placer… solo la cocaína lo logra. Se convierte en la única fuente de motivación, incluso si ya no produce la misma euforia inicial.
A esto se le llama anhedonia inducida por drogas: la incapacidad de sentir placer por otros medios. El adicto ya no consume para sentirse bien, sino para no sentirse terriblemente mal. Otras adicciones (como el juego, el alcohol o el sexo) pierden sentido frente a la potencia del estímulo que representa la cocaína.
¿Por qué es tan difícil salir?
Desde el punto de vista neurológico, la cocaína altera la corteza prefrontal, zona clave para la toma de decisiones, la reflexión y el autocontrol. Además, el sistema de recompensa queda tan condicionado que cualquier estímulo relacionado con la droga (una canción, un lugar, una persona) puede disparar una recaída, incluso años después de haber dejado de consumir.
Según estudios de imagen cerebral, el consumo repetido modifica estructuras clave del cerebro, reforzando los circuitos de búsqueda de la droga y debilitando aquellos que permitirían detenerse. Es un secuestro neuroquímico casi perfecto.
Una ruta directa a la autodestrucción
Más allá de la adicción psicológica, la cocaína tiene efectos físicos devastadores: aumenta la presión arterial, puede causar infartos, accidentes cerebrovasculares y convulsiones, incluso en personas jóvenes y aparentemente sanas. Su combinación con otras sustancias, como el alcohol, genera compuestos aún más tóxicos para el corazón y el hígado.
Pero quizá lo más trágico es que muchas personas no perciben el peligro hasta que es demasiado tarde. Al ser una droga que inicialmente “activa”, que no seduce con el letargo sino con la energía, puede parecer menos destructiva que otras. Pero su capacidad para reconfigurar el cerebro y tomar el control absoluto es una de las más letales.
En conclusión, la cocaína no solo es adictiva; es una droga que domina el cerebro, elimina otras motivaciones y pone al individuo en una peligrosa carrera hacia el colapso físico y mental. Comprender sus efectos es esencial para desmitificar su uso recreativo y reconocer el verdadero monstruo que se esconde bajo su polvo blanco.
X: delyramrez
*ARD
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