San Miguel: el infierno tiene permiso

San Miguel: el infierno tiene permiso

El ABC del caos
Por Dr. Mauricio Saldaña 30 Noviembre, 2023

El Penal de San Miguel tiene tres características que no están escritas en ordenamiento alguno pero que ahí están, más allá de que se quiera admitir su existencia o no:

  1. Formar parte de los nodos de expoliación penitenciaria más agresivos del estado de Puebla, junto a otros como: Ciudad Serdán, San Pedro Cholula, Tehuacán y Tepexi de Rodríguez
  2. Tener dos acciones complementarias: por una parte, ser un recinto de doble castigo para quienes no tienen dinero para pagar su estancia y, por otra, ser un refugio delictivo bajo la lógica obvia de que si se está detrás de sus muros, se reducen las posibilidades de un atentado por cualquiera de los enemigos que están en el exterior.
  3. En el caso específico de San Miguel, ser sede complementaria de las decisiones criminales que afectan a los cinco mercados más importantes para la delincuencia organizada, a saber: Central de Abastos, Hidalgo, La Cuchilla, Morelos y Unión

Con esas características, cabe señalar un par de obviedades: sin un mando valiente y determinado, el Penal deambula en el autogobierno, que es una enfermedad que arrasa con lo que se encuentre enfrente y, los narcóticos son la piedra basal de su estabilidad.

Lo de los narcóticos requiere de una explicación más profunda. El doctor Carlos Tornero, eminente y recordado maestro, señalaba que los estupefacientes funcionan en dos formas adentro de cualquier Penal: son la llave para controlar a la población penitenciaria porque doblegan su voluntad y, funcionan como las llaves de una regadera.

Si hay demasiados narcóticos entre la población carcelaria, la locura arrasa con los presidiarios y por supuesto, se lleva por delante a cualquier custodio o funcionario. En estas condiciones, decía el maestro Tornero, no hay diferencia entre una prisión y un picadero.

Por el contrario, si se establece una dirección hermética que impida todo contacto con los narcóticos, la falta de éstos generará una ola de abstención fisiológica y emocional que hará de cualquier dislate un homicidio. La temible “malilla” requeriría de una inversión multimillonaria para la rehabilitación simultánea de cientos de reos adictos.

Negar que la droga corre en San Miguel como agua en un arroyo, es baladí y poco estratégico. Insisto en la especie del maestro Tornero: los narcóticos en una prisión deben verse en dos formas, la administrativa y la de salud. No funciona la ecuación si falta una de éstas.

En otras palabras: no se puede eliminar el acceso de la droga a los adictos, de un plumazo. Forzosamente, tiene que haber un aparato sólido que los rehabilite, con ríos de metadona, tratamiento psiquiátrico y contención emocional deben estar listos para entrar en acción.

Así, le cuento cómo va la historia ahora mismo en ese recinto, de acuerdo a la información que proporcionan los amigos.

Viajar o no viajar: el dilema

En la jerga carcelaria, “viajar” o “irse de viaje” es el término empleado para referirse a un reo que fue o será trasladado a otra prisión. Caso por caso, persona por persona, se evalúa para determinar quien sale y quien se queda. Esta función debe hacerla un comité técnico, en la que participan directivos, criminólogos, abogados y algunas veces, psiquiatras y criminalistas, dependiendo de los casos.

Generalmente, hay tres motivos por los cuales se manda de “viaje” a un reo:

  1. Por su extraordinaria peligrosidad, en donde podría convocar a que un grupo delictivo de alto impacto tome por asalto al Penal y lo rescate, por ejemplo.
  2. Por su liderazgo, dado que podría organizar a grupos de presos que se amotinen o en todo caso, que generen autogobierno, que es una administración paralela del Penal a manos de los propios delincuentes.
  3. O, por despresurización, que consiste en enviar temporal o permanentemente a un conjunto de presos a otras instituciones penitenciarias, ya sea porque se va a hacer una remodelación mayor al Penal o lisa y llanamente porque ya no cabe una persona más ahí.

Por supuesto, es perfectamente posible que los “viajes” se hagan en forma individual, en un pequeño grupo o de plano en un contingente, numeroso.

Como sea, la dirección técnica del lugar es quien monitorea cuidadosamente a la población carcelaria y no debe dejarse influir por dinero, miedo, revanchas o todo junto. Y para hacer esto, esa dirección requiere de un motor esencial: clasificar.

Si una persona llega a un Penal y no se le analiza y clasifica, es imposible saber adónde debe enviársele. Se cuentan por cientos los casos de personas que han entrado a penales y nadie sabe si tienen esquizofrenia, diabetes, psicosis o enfermedades cardiacas, ya no se diga si son de alta peligrosidad o son claramente pasivos.

No lo dude: en el México penitenciario se observa mal, se clasifica peor y se confina desastrosamente. La rehabilitación es una quimera y en tales condiciones, un mar de sentenciados vive revuelto con otro tanto igual de no sentenciados.

Las tarifas para no viajar

Hace poco, más de 100 presos (elegantemente, les llaman PPL, pero no los tratan como personas sino como enseres) fueron enviados desde San Miguel y Tepexi de Rodríguez a penales variopintos, ya sea Chiapas, Oaxaca y hasta Durango. Todas las versiones consultadas coinciden en tres rasgos:

  1. Los familiares de los trasladados fueron avisados en el mejor de los casos, después de que habían sido hechos los “viajes”. Imagine que tiene un familiar en San Miguel y le dicen que ahora va camino a Chiapas: calcule qué comerá o si tomará un medicamento esencial, más los viajes de usted y cómo llevará su defensa jurídica a distancia
  2. Todas las fuentes apuntan que se pidió dinero: las cantidades exigidas oscilan entre 10 mil y 50 mil pesos, dependiendo de las capacidades económicas de los potenciales “viajeros”. Quienes pagaron, se quedaron. Quienes no pagaron, fueron enviados a los lugares más lejanos. ¿Denunciar? Imposible: apenas se haga la denuncia, matarían al PPL que lo hizo.
  3. Evidentemente, no hubo criterio técnico para el envío. Y las decisiones corrieron en un mar de influencias inquietantes: lo mismo se habla de que funcionarios de los Penales señalaron a quienes enviar de “viaje”, que hasta algunos reos también influyeron, todos bien conocidos por su notoria capacidad delictiva

Los amigos señalaron a huéspedes de San Miguel y Tepexi que participaron en la decisión. La lista es extensa y en ella se confunden los nombres de los que manejan los giros comerciales y de estupefacientes con los de criminales de alto impacto que hacen del expolio y el terror carcelario un oficio cotidiano, como el “El Costras” y “Yosanki”, con abundante currículo, vastamente comentado por un servidor.

Entre las innumerables advertencias de que las cosas no están bien en San Miguel, queda el caso a mediados de este mes, en donde una mañana habitantes de distintos dormitorios se inconformaron por los abusos que han cometido no pocos funcionarios, algunos claramente involucrados con huéspedes del Penal. Los nombres y los motes, se repiten todo el tiempo: “El Acapulco”, “El Luna”, “El Rey” y “El Zorrillo”, entre tantos.

Por otra parte, ahí están las tarifas que, al interior de los recintos señalados, se manejan: 200 pesos por una garrafa de agua con 20 litros; 10 pesos un café y 50 pesos por un litro de leche de mediana calidad, sin omitir la renta de los celulares, ya sea para comunicarse con la familia o para “trabajar”; es decir, para hacer llamadas extorsivas.

Algo no está bien en estos recintos. Hay presión desde adentro y desde afuera. El aviso queda.

 

*ARD