Arturo González Orduño

Arturo González Orduño

Del reportero
Por Fernando A. Crisanto 30 Abril, 2021

Hoy, 30 de abril, hace un mes que falleció un amigo entrañable y una persona extraordinaria. Conocí a Arturo en la Universidad Popular. Él estudiaba Derecho y yo Ciencias Políticas, meses después nos encontrábamos todos los días en la redacción de Oro Noticias en la avenida Juárez. La profesión y el afecto nos unió hasta el día fatal en que murió.

Mucho puedo decir de él, pero tuve el privilegio de leer un documento que redactó el Maestro Guillermo Pacheco Pulido, quien lo llevó a trabajar con él, cuando fue presidente municipal de Puebla. Fiel a su estilo y amplia cultura, no sobran ni faltan adjetivos.

Comparto estas líneas que don Guillermo le dedicó a Arturo a un mes de su partida.

“Empecé a tratar a Arturo cuando fuimos compañeros de trabajo en el Ayuntamiento de Puebla hace como treinta años.

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Él era muy joven y ya era un magnifico periodista; con visión de futuro. Demostraba su sentido de apoyar, de orientar a otros jóvenes estudiantes de Derecho que admiraban su cultura y su talento.

“Caía bien porque no actuaba con petulancia sino con solidaridad; dialogaba con respeto, sabía opinar. Era un verdadero analista que no se salía de la verdad de los hechos; influía con argumentos sólidos para que se tomarán decisiones; tenía además el talento de la prudencia que convencía, sonreía, no era altanero tampoco se volvía sumiso; supo lo que valía la dignidad en un ser humano y en los demás.

“Se fue a la Ciudad de México donde destacó por su eficacia sin perder su sencillez y trato amable, y en donde alcanzó honrosas distinciones tanto en su trabajo de radio como de televisión.

“Por ello al cumplir treinta días de su fallecimiento, no como un ritual, sino con respeto y cariño fue un hombre que dejó huellas de enseñanza, hombre de firme voluntad de superación a través de su trabajo.

“En su mente no tenía cabida la envidia, sino el apoyo a quien se lo solicitaba.

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“Su corazón latía con el optimismo de servicio. Su profesión se mantuvo y realizó en la dimensión de ver, sentir y decir la verdad.

“Su amistad, producía el entusiasmo del vivir porque no era de intereses y de cálculos. Su vida no fue vereda de deslealtades, si no amplio camino luminoso de virtudes y lealtad.

“Su familia era el gran todo que impulsaba sus aspiraciones. Si atravesaba por dificultades en su lucha, el vibrar de su familia en su espíritu lo hacía seguir delante de las penas y los retos.

“Fue un sano triunfador con su esfuerzo y entrega y dejó a su familia un nombre limpio, respetable y entrañable.

“Jamás inclinó la cabeza con sentido de cobardía, o de sumisión. Es un ejemplo de dignidad profesional y hombre de bien.

“Fue un ser digno en los tiempos de ayer y de hoy, convertido en sereno ejemplar para los tiempos de futuro.

“El recuerdo de su nombre no andará en los caminos oscuros del olvido, sino que estará siempre en la conciencia de los recuerdos.

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“A su familia, decirles que no hay palabras que alcancen para explicar la ausencia material de Arturo; sin embargo, vivirá en el corazón y el recuerdo de todos los que tuvimos la oportunidad de que nos dispensará su amistad.

“Descansa en paz. Porque es, sin dejar de ser una ausencia que estremece y una presencia que vibra y conmueve”, nada más que agregar.

Arturo, te extrañamos.

 

De las anécdotas que se cuentan

Los lectores menores de treinta años no sabrán qué es un beeper, era un pequeño artefacto, generalmente negro, que usaba baterías y tenía una pantalla. Si alguien necesitaba que otra persona lo buscara, se llamaba a una central y desde ahí se enviaba un mensaje al beeper de quien necesitaba ser localizado.

Por años, el beeper fue el compañero fiel de miles de médicos, policías, investigadores, abogados y en general, de todos aquellos que por su profesión necesitaban ser localizables las 24 horas del día.

Se pagaba una suscripción y era sumamente común llegar a una reunión en donde todos los participantes trajeran esos aparatos en el cinturón. De repente, alguno de los asistentes se levantaba de su asiento y veía la pantalla. Tenía un mensaje y se le veía salir al teléfono público o pedir permiso para usar la línea fija.

Con los teléfonos celulares, los beepers desaparecieron del mercado. Pero ahora, con las decisiones de Andrés Manuel López Obrador de tener datos biométricos de todos los mexicanos que tengan al menos una línea, indudablemente regresarán.

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El motivo es sencillo de explicar. ¿A quién le interesa que sus datos biométricos le den a la delincuencia organizada, la forma de secuestrarlo o extorsionarlo sin margen de error?

Es un hecho que las bases de datos de este nivel se venderán en el mercado negro en un santiamén y dejará en la indefensión a millones de empresarios y profesionistas.

Parece broma, pero no lo es.

Regresaremos a los beepers y a los monederos voluminosos para hacer llamadas desde el teléfono público. Seguramente, algún empresario ya vio lo mismo y preparará una oferta para lanzarla al mercado en menos de dos años.

Solo es un asunto de esperar.

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Con información de Lo de Hoy Noticias

 

*AR