Una de huachicol, caña y elecciones
Por 12 Abril, 2021En este espacio se ha comentado largamente sobre la inminente participación de la delincuencia organizada en los procesos electorales de este año, a lo largo y ancho del país.
Se dice que es el proceso electoral federal más importante en décadas, considerando la cantidad de puestos involucrados. No sería extraño que la reciente destitución del secretario de Seguridad Estatal, Raciel López, y los mandos de la dependencia surja de pruebas contundentes de que estaban involucrados con la delincuencia y no en combatirla.
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La realidad es que, más allá de que este proceso sea el más importante o uno más, tiene el componente ominoso de cárteles, clanes y pandillas involucrados.
Como no podría ser de otra forma, el motor de esta combinación es el Covid-19.
Si el Instituto Nacional Electoral ofrece un financiamiento controlado y limitado; si los organismos de fiscalización están ahí para revisar con lupa el gasto realizado; si la pandemia limita los mítines y las reuniones en salones; si cualquiera trae consigo un celular y puede grabar un auditorio atestado para después filtrarlo a la prensa; si todo esto ocurre, hay medidas a adoptar.
Como se ha atendido en otras entregas, hay un sinnúmero de formas para darle la vuelta a la fiscalización de las autoridades electorales, entre las que destaca la supuesta simpatía de la comunidad. De repente, todo mundo regala apoyos para el candidato, pero tales activos no llegan siquiera a su partido o coalición.
De la nada, aparecen los camiones, las camionetas, las tortas, los refrescos, los juguetes, las camisetas y manos solícitas que participan con entusiasmo en los eventos del candidato. Mejor aún, cientos de personas se presentan a varios eventos de campaña y no reciben al término de los mismos, 200 o 500 pesos.
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No reciben ese recurso al terminar el evento porque ya lo recibieron anticipadamente y los que repartieron el dinero no son ni siquiera del equipo del candidato. Más lejos, nadie había visto a esas personas que traen bolsas con efectivo y lo reparten en domicilios o plazas claramente determinadas.
Esas personas traen una escolta armada y se mueven en unidades con matrículas de Puebla, Veracruz, Hidalgo, Guerrero, Estado de México y otras atrasadas, expedidas en la Ciudad de México y Jalisco.
Un tema de familia
Fuentes consultadas por el reportero comentan que los acuerdos ya están operando sobre el terreno y que el financiamiento, como las campañas a diputados federales, arrancó. Para ello, hay que considerar algunos elementos que dan contexto al tema.
En Veracruz opera una pandilla fundada por un personaje al que llamaban “El momo”, quien tuvo un hijo al que predeciblemente le aplicarían el mote de “El momito”.
“El momo” era de armas tomar y le gustaba hacerse del poder y el dinero en la forma que considerara pertinente. Muy joven, había formado parte de una generación de personajes vinculados a Toribio Gargallo, aquel personaje temido en Yanga y que murió de por lo menos veinte balazos en octubre de 1991.
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Gargallo era una combinación de cacique, líder cañero, invasor de tierras, protector mafioso y se le achacan varias muertes, entre las que destacan las de Sixto y Rafael Díaz, personajes poderosos de la región cordobesa y que muchos conectan con la causa de su ejecución junto a su sobrino Jacinto Nieto Gargallo y varios elementos de su dispositivo de seguridad.
“El momo” salvó milagrosamente la vida varias veces, pero llegó puntual a su muerte el 24 de octubre de 2012, por un infarto. Ahí quedó su sueño dorado, ser alcalde de Omealca, municipio pegado a Amatlán y Tierra Blanca.
Los negocios fueron heredados por “El momito”, quien siguió la huella paterna, hasta que fue detenido en Córdoba en octubre de 2017, en un aparatoso operativo en conjunto con el Ejército y la Policía Estatal.
Asociado con el Cártel Jalisco Nueva Generación, “El momo” no es cualquier personaje, es responsable de una de las bandas más agresivas en Veracruz, trabajando distintos rubros delictivos, pero sobre todo en el trasiego de combustible robado.
Poniéndolo de otra forma, detrás de la banda de “El momo” se encuentra la capacidad operativa y financiera de CJNG, particularmente de la célula encargada de Córdoba y Orizaba, combinados con un conocimiento profundo del terreno.
Los cordobeses saben de él, su detención se dio por el homicidio de dos personajes locales, a saber, Norberto Echevarría, líder de Unión Nacional de Cañeros AC-CNPR para el “Ingenio Central Motzorongo de Tezonapa”. Y el segundo era el dirigente cañero de la CNC en Cuichapa, Fernando Maza Muñoz, quien fue ejecutado junto con uno de sus escoltas.
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Bajo extremas medidas de seguridad, “El momo” fue enviado a Amatlán, al Penal de La Toma, un lugar que solo garantiza desorden, a juzgar por lo ocurrido en abril de 2018 cuando siete custodios fueron asesinados con herramientas tomadas de un taller de carpintería y que incluyó una fuga que exhibió el claro autogobierno del lugar.
Los conocedores señalan que ambos atentados tienen un contexto definido, el control de los ingenios por parte de personajes afines a “El momo” y que lleva mucho tiempo de haber iniciado la guerra desde que se le vio relevancia territorial y facciosa al “Ingenio La Providencia”, de Cuichapa, justamente.
Dicho de otra manera, la organización que fundó “El momo” quiere llegar a la tercera generación, con el control de una zona cañera en Veracruz y de paso, incrementando sus utilidades con el combustible robado. Todo, a través de sus representantes, que fueron los que visitaron a unas personas en Puebla.
Contacto en Puebla. Desde hace algunos meses, personas allegadas a “El momo” se acercaron con algunos alcaldes y precandidatos del estado de Puebla para conversar y negociar un apoyo para las campañas. Financiamientos con un mínimo de un millón de pesos para los gastos, en el entendido que no sería necesario devolver si algo no se había gastado.
La reciprocidad es la de costumbre. Una vez en el poder, apuntar como proveedores a ciertas empresas vinculadas a CJNG y, tener mano para elegir uno o varios de los puestos ya tradicionalmente vendibles a los cárteles, como Seguridad Pública, Vialidad, Normatividad y al encargado de los giros negros.
Con esos personajes, se reunieron poblanos para negociar los acuerdos. La lista es notoria e incluye a funcionarios y candidatos, sin importar partido, de los municipios de: Ajalpan, Eloxochitlán, Tehuacán, Zapotitlán y Zoquitlán, sin omitir un territorio al que se le intenta bajar notoriedad, pero es imposible, como Altepexi.
Las fuentes consultadas comentan que Altepexi está tomando un papel relevante en el mundo del trasiego de narcóticos y que ese auge comenzó a darse hace un año aproximadamente, dadas las concesiones que el poder público ha tenido hacia ese municipio.
Los expertos apuntan que en Zoquitlán, el acuerdo de los apoyos por parte de la delincuencia organizada incluye a las mineras en la zona, que se mueven entre dos aguas, el pago de protección facciosa y el control del territorio para distintos fines criminales.
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Con sorna, comentan que el apoyo no incluye banquetes putrefactos como aquella comida para 300 personas en San Antonio Acatepec, en la que todos los convidados terminaron en el hospital local y en el de Coxcatlán, víctimas de una intoxicación alimenticia severa.
Más allá de las carnitas y el chicharrón en salsa verde que envió al hospital local a tantas personas que lo colapsaron, está la influencia determinante de CJNG en la zona, por más que se desee ocultar y se diga que todo es invento de la prensa.
Los datos ahí están.
Habrá que seguirle el hilo a un financiamiento faccioso que tiene mucho de estructural y que no se limita a una pandilla irrelevante como se ha mencionado en algunos medios de comunicación.
Hay historia de décadas en este financiamiento y no solo es CJNG, sino un mundo de encuentros y desencuentros en los que el control de los municipios poblanos que han sido mencionados, no solo tiene motivos de dinero sino de dominio caciquil vinculado a un pasado tan poderoso como agresivo.
De las anécdotas que se cuentan
El sábado pasado el presidente Andrés Manuel López Obrador comió mole de panza en Izúcar de Matamoros, Puebla.
Una pequeña comitiva lo acompañó a la fonda La Lupita en el centro izucarense, un lugar al que le gusta acudir al mandatario.
Regresaba a la Ciudad de México, luego de su visita a Ayoxuxtla de Zapata, donde se firmó el Plan de Ayala.
Un día antes, había cenado en el mismo lugar.
No acudieron autoridades poblanas para evitar que se convirtiera en un acto político ante la veda electoral.
López Obrador celebró el “mole de pancita, menudo, mondongo o como le digan” a ese tradicional platillo de vísceras.
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Con información de Lo de Hoy Noticias
*AR