Dalí y la fragilidad del tiempo

Dalí y la fragilidad del tiempo

Pienso, luego existo
Por Adela Ramírez 25 Junio, 2025

En el mundo real, los relojes marcan la hora, imponen orden, estructuran la rutina y nos acompañan todo el tiempo. En el mundo de Salvador Dalí, en cambio, los relojes se derriten como queso camembert bajo el sol. En su universo surrealista, el tiempo no es un dictador puntual, sino una sustancia blanda, inestable, absurda. La célebre frase latina Tempus fugit —“el tiempo huye”— adquiere en su obra no solo un sentido filosófico, sino visual: Dalí no lo representa corriendo, sino derritiéndose.

Salvador Dalí

La persistencia de la memoria: el tiempo se rinde al sueño
 

Pintada en 1931, La persistencia de la memoria es una de las obras más emblemáticas del siglo XX y una de las interpretaciones más provocadoras de tempus fugit. En un paisaje desértico y onírico —donde el tiempo parece haberse evaporado—, cuatro relojes se deshacen como si fueran materia orgánica. Uno cuelga de una rama seca, otro se desliza por el borde de una mesa, y uno más cubre una extraña forma amorfa (que muchos interpretan como el rostro deformado del propio Dalí).

Aquí, el tiempo no es lineal, ni lógico, ni mecánico. Es un elemento que se curva, se cansa, se derrumba. En palabras del propio artista, los relojes blandos fueron inspirados por “el queso camembert en el sol”, pero más allá de lo anecdótico, la imagen toca una verdad filosófica: el tiempo es frágil, subjetivo, incluso ridículo cuando lo miramos con ojos abiertos al misterio.

Salvador Dalí

Einstein, Freud y los relojes líquidos
 

Dalí no fue ajeno a su época. Vivía rodeado de las ideas que estaban revolucionando la ciencia y la mente. La teoría de la relatividad de Albert Einstein, que había desbaratado la noción de tiempo absoluto, encontró un eco poderoso en su obra. El tiempo, según Einstein, no es universal, sino que se dilata o se comprime dependiendo de la velocidad y la gravedad. Dalí toma esta idea… y la funde.

Dalí no intenta detener el tiempo: lo hace explotar en una dimensión donde la lógica cede ante la metáfora. El tiempo ya no es enemigo. Es materia prima.

Salvador Dalí

Tempus fugit ha sido durante siglos una advertencia grave, casi moral: “No pierdas el tiempo, la vida se escapa”. Dalí, en cambio, toma esa sentencia y la transforma en imagen surrealista, ambigua y profundamente humana. Nos dice: “Sí, el tiempo huye, pero también se sueña, se derrite, se moldea.”

Así, frente a sus relojes blandos, no solo recordamos que todo pasa, sino que, quizás, también podemos jugar con lo que pasa. Aunque no podamos frenar el tiempo, tal vez podamos hacer con él una obra de arte que trascienda.

X: @delyramrez

 

*ARD

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