Jaleaca de Catalán

Jaleaca de Catalán

Inteligencia predictiva
Por Dr. Mauricio Saldaña 12 Enero, 2025

El hub de la heroína

Escasa atención se le dispensa a Jaleaca de Catalán, una localidad perteneciente al municipio de Chilpancingo en el estado de Guerrero. Se trata de un lugar con apenas 2 mil 300 habitantes y ha de estar a unos 40 kilómetros de Chilpancingo.

Ese pequeño poblado, rodeado por la salvaje naturaleza guerrerense, tiene un punto de interés a considerar y no me refiero al indicador extremo que cada mujer que lo habita, promedia 3 hijos o que su población analfabeta ronda el 14 por ciento y aquellos que fueron a la escuela, promedian sexto de primaria.

Esta comunidad es interesante por un punto: es colindante, entre otras, con las comunidades de Colorada y Cuatepin en la Sierra de Chilpancingo, lo que le hace ser como una especie de sala de espera para que numerosas personas se concentren ahí para luego ser transportadas hacia las zonas donde se trabaja amapola, que ofrece goma de opio, productora de heroína.

Un camarada de la Organización de las Naciones Unidas para la Droga y el Delito comentaba en una entrevista que la producción de amapola en Guerrero es muy pequeña si se le compara con Afganistán. No dudo que así sea, pero con lo que produce es suficiente para mantener en vilo a Guerrero, en combinación con la tala y el cobro de piso.

 Jaleaca es un territorio importante a partir de su condición de nodo territorial: permite iniciar y terminar el trayecto hacia los campos adonde se trabaja con amapola, que apenas y funciona para dar un ingreso a numerosos trabajadores de la zona.

Los amigos en Guerrero me dicen que la ecuación es sencilla: se necesitan 15 kilos de goma para producir un kilo de heroína. Si se considera una parcela para producir ese material, a precios actuales genera 20 mil pesos de utilidad a quien la trabaje. Pero son 20 mil pesos por cosecha, no mensuales.

Considerando que la goma se trabaja por ciclos, son tres por año, lo que apenas y ofrece unos 60 mil pesos de paga. En ese tenor, cualquier “propietario” de una parcela que trabaje durante los tres ciclos, racionando con inteligencia su dinero, dispondrá acaso de unos 5 mil pesos mensuales, claramente para complementar sus ingresos pero no más.

Lo anterior quiere decir que la millonada de la heroína no beneficia a quien inicia el ciclo productivo sino a quien lo vende, específicamente en Estados Unidos, en donde el precio de la cura de heroína trae un sobrecosto de intermediación equivalente a 8 veces el beneficio de los 60 mil pesos en Jaleaca.

El principal motor del desplome de los precios de la heroína no es el irrisorio trabajo del gobierno mexicano para arrasar campos de cultivo, sino la aplanadora de adictos estadounidense que se llama fentanilo.

Producir fentanilo es rapidísimo y baratísimo. El ciclo de la heroína es lento y comparado con el fármaco, extraordinariamente caro, lo que explica por qué de repente se ha pagado en 6 mil pesos (¡seis mil pesos!) el kilo de goma. En ese sentido, la heroína que se produce a partir de la materia prima guerrerense terminará por venderse en México y en ciertos mercados de los Estados Unidos. No más.

Haga usted cuentas: preguntando por el precio de una cura de heroína en México, el valor promedio es de 100 pesos. En Los Angeles, promedia los 10 dólares, al tiempo que una pastilla con fentanilo cuesta 1 dólar.

Considerando que Jaleaca es como un hub para el jale de la heroína en el territorio de siembra y cultivo más importante de México, es de entenderse que para distintos grupos del crimen organizado sea esencial tener bajo su dominio a la población. Quien controla Jaleaca podrá controlar la entrada y salida hacia los campos que generan al opiáceo.

Adicionalmente, la tala es un negocio de unos cuantos y como en Puebla, particularmente en la sierra norte, el gobierno es inexistente y los policías que llegan a ingresar no tienen ni remotamente la capacidad para combatir a los delincuentes del lugar.

El abandono sin remedio

El expolio en Jaleaca ha generado que un ejército de sus habitantes deje al hogar y se vaya adonde no le cobren piso, maten a sus familias y animales y de preferencia, tengan algún ingreso que les permita estar en paz, más allá de cultivar goma o a últimas fechas, aguacate.

Las pesadillas de Jaleaca arrancan desde la pulverización de la organización Beltrán Leyva, que fue quedándose sin los hermanos que la dirigían y conforme sus mandos fueron haciendo sus propios proyectos, se dio una pelea sorda por el territorio. Y desde ese tenebroso inicio a la fecha, se han incorporado a la tarea, un sinnúmero de pandillas.

Aunque marginal ahora, también hay que considerar a la guerrilla insurgente, que por décadas ha rondado la zona. Recuerdo que ese territorio era del Ejército Popular Revolucionario y antes, de grupos pequeños pero radicales y beligerantes que poco a poco han sucumbido a ser outsourcing del crimen organizado, cuidando tala, cultivos de goma y laboratorios.

Otro punto a considerar en la zona es la inestabilidad producida por los delincuentes que se dedican a la tala. Ahí está el caso del 21 de mayo de 2021, cuando fue ejecutado el comisario de Jaleaca, Marco Antonio Arcos Fuentes, mientras esperaba una orden de tacos para llevar.

La ejecución de Arcos fue adjudicada a una combinación de sicariato por cortesía de los talamontes y la complicidad gubernamental que todo lo oculta y nada resuelve.

Empero, no hay duda que hay grupos criminales que exacerban la inestabilidad y han producido un reguero de muertos, como es el caso específico en la zona por parte de un personaje apodado “El Jaleaco”.

El 28 de junio de 2022 se vio en un video, a hombres que trabajan para este personaje, señalando que se encontraban en Chichihualco, a unos 30 kilómetros de Jaleaca, retando a los demás grupos criminales a que intentaran entrar adonde ellos ya dominaban el lugar.

Alguna vez, Salvador Rangel Mendoza, obispo emérito de la diócesis de Chilapa-Chilpancingo, advirtió de la peligrosidad que representaba para esa zona, la actividad de Juan Guevara, “El Jaleaco”.

Rangel Mendoza calculaba que ese grupo delictivo azuzaba a Los Ardillos y los Tlacos. No se duda de la experiencia del obispo para señalar el tema, pero hay una pega: “El Jaleaco” no es de reciente manufactura. Ahí está el caso de 2017 cuando en pleno centro de Chilpancingo, dejaron una manta en la entrada de la avenida Álvarez al paso a desnivel:

“No mates inocentes pXto isaac navarrete celis robatrailer aquí estamos esta plaza no te pertenece se los va a cargar la vXrga junto con ‘juan guevara rodriguez’ alias ‘el jaleaco’ ‘rafael medina urtado’ alias ‘el gordo’ y tu tambien ‘choforo’ tambien tu vendido charro ‘tita’ ‘conejo’ ‘chillon’ y ‘pechan’ ya los tenemos ubicados mataniños topense con nosotros estamos por todos lados la mera ‘rXata’ att los jefes ja ja ja ja ja” (sic).

Lo anterior da pie a creer en la especie de que Los Tlacos se escindieron y una facción es la de Onésimo Marquina Chapa “El Necho”, con sede en Tlacotepec y otra, de Juan Guevara Rodríguez “El Jaleaco”, en Chichihualco. Tlacotepec está a unos 35 kilómetros de Chichihualco y a unos 39 de Jaleaca.

Las comunidades huérfanas

En abril de 2024, un grupo no menor a 200 integrantes de Los Tlacos, armados hasta los dientes, entraron a la cabecera municipal de Leonardo Bravo, desde Iyotla y El Naranjo.

Gente de la comunidad identificó que el propio Onésimo Marquina Chapa iba al frente y se hacía acompañar de Juan Guevara “El Jaleaco”, pero ahora estrenaban razón social: se llamaron Federación Guerrerense.

Así, el centro de Guerrero está sumido entre Los Ardillos, Guerreros Unidos, Los Tlacos y Cárteles Unidos, con la evidente presencia de Los Jaleacos.

En mayo de 2024, se dio un deslinde de Los Tlacos y Los Jaleacos por parte de los comisarios de la zona serrana de Leonardo Bravo (Chichihualco): Los Morros, La Escalera, El Ranchito, Camotla, Carrizal de Bravo, Campo de Aviación, Corralitos, Filo de Caballos, La Felicidad de García Suazo y Puentecillas.

El mensaje fue de reclamo a las autoridades y también de denuncia, ya que señalaron a Los Tlacos como posibles responsables de secuestros y extorsiones en Chichihualco.

En ese tenor, la llamada Policía Comunitaria de Heliodoro Castillo estaría vinculada al grupo criminal de Los Tlacos, a su vez coaligado con Los Jaleacos.

Salvador Rangel Mendoza tiene razón en su hipótesis de que Isaac Navarrete Celis recuperó parte del control de Leonardo Bravo que había perdido luego de haber sido desplazado por Los Tlacos, apoyados éstos últimos por Los Jaleacos y así se explicaría que pasó en los pueblos de El Naranjo y Tepozonalco, adonde hubo casas calcinadas y varios muertos. 

La realidad es que Jaleaca no es el único territorio esencial de goma, tala y cobro de piso que ha sido olvidada por gobiernos municipales, estatales y federales: ahí están Amojileca, Omiltemi, San Vicente, Chautipan, Las Humedades, Colorada, Jaleaca de Catalán, Carrizal de Pinzón, Renacimiento Agua Hernández, Coacuyulillo, Azinyahualco, Tlahuizapa, La Esperanza, Zoyatepec, Tepoxtepec, Coapango, Huacalapa y El Fresno.

Las sombras de Jaleaca

Jaleaca es territorio feudalizado y sus habitantes han malvivido de la amapola. Si fuera posible sembrar fentanilo, lo harían porque la necesidad es distante del discurso oficial.

Conforme siga cayendo el precio de la goma, subirá la tala y la pérdida de mantos acuíferos. Eso explica entre otras cosas, la ejecución del comisario Marco Antonio Arcos Fuentes. Y revisando lo que ocurre en el Parque Estatal Omiltemi, con una superficie cercana a las 4 mil hectáreas, se entiende parte de la guerra por el agua potable de Chilpancingo.

Jaleaca es un termómetro de la feudalización de Guerrero, que vive en la etapa terminal de sus instituciones y sistema de justicia. 

*ARD

 

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