Un terremoto en el gabinete
Por 21 Marzo, 2022El conflicto a tres bandas entre Julio Scherer Ibarra, Alejandro Gertz Manero y Olga Sánchez Cordero no solo está generando un hundimiento en la losa de la 4T; también da una idea del estilo palaciego para el control de daños: no tienen alguno, porque parten de la base equivocada que el presidente López Obrador es invulnerable.
Los tres protagonistas se han trenzado en una pelea en la que poco importa quien inició las hostilidades. Su estrechez de miras ha permitido identificar que la sorda pelea que mantienen solo es por un tema de poder, ése al que tanto critican.
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Con todo, es posible identificar la participación específica de cada uno de los involucrados y a partir de ello, al menos jerarquizar su grado de participación en una de las mayores complicaciones que ha experimentado la 4T en su corta e intensa existencia.
Julio Scherer Ibarra. El exconsejero Jurídico de la Presidencia tiene como principal presunción en su contra, que es o fue socio de Juan Collado, influyente abogado y uno de los presuntos dueños de Caja Libertad, empresa financiera que ha tenido todos los escándalos posibles en su existencia.
La segunda presunción que se le ha echado encima a Scherer es que encabezó una red de extorsión y “peaje” para poder tener audiencia con López Obrador. La mejor parte de esta segunda hipótesis es que Juan Collado es uno de los supuestos extorsionados.
Respecto a los autores de este par de engañifas, Scherer les ha puesto nombre y apellido: Olga Sánchez Cordero, desde su posición como titular de Bucareli y, Alejandro Gertz Manero, como fiscal general.
Más allá de semejantes borrascas, hay un tema inocultable: Scherer fue uno de los amigos y aliados que arropó a López Obrador cuando escaseaba el dinero y se quería recorrer el país, manteniendo una familia al mismo tiempo.
Olga Sánchez Cordero. Hace tiempo, en una de sus “homilías” de Palacio, López Obrador abundó sobre lo que era un secreto a voces en el mundillo de la política y los medios de comunicación, en el sentido que Sánchez Cordero había sido removida de la Secretaría de Gobernación, por sugerencias de Scherer Ibarra, desde la Consejería Jurídica de la Presidencia.
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Si solo se leyera este argumento, se pensaría que Scherer es un torvo sujeto plagado de envidias, pero habrá que recordar que Sánchez Cordero alcanzó velozmente fama de florero, al ser rebasada por todos los personajes a los que supuestamente debía alinear.
Sus propios subsecretarios y jefes de Unidad no tomaban su parecer, sino que consultaban sus movimientos con otros personajes, incluyendo al propio Scherer y a López Obrador, quien aceptaba que su supuesta segunda al mando careciera de poder propio.
Si se hace un repaso de todos los asuntos que Gobernación debería haber manejado y contado con el parecer de Sánchez Cordero, los expertos calculan que tal vez el tema de la violencia de género es lo único que efectivamente la exministra atendía.
Cabe una obviedad, en el pasado, los temas de seguridad pública, interior y nacional se atendían en el Palacio de Covián; con Sánchez Cordero en tales oficinas, los temas mudaron a las oficinas de Alfonso Durazo, Audomaro Martínez y Marcelo Ebrard.
Alejandro Gertz Manero. El fiscal, técnicamente no iba a serlo, sino que apareció en la escena por la intermediación de Scherer Ibarra. Las cosas iban razonablemente bien entre ambos personajes hasta que se cruzó en su camino el caso de Laura Morán.
Una vez dueño de las decisiones de la fiscalía general, Gertz Manero se concentró en condenar de la peor manera a su excuñada y la hija de ésta, Alejandra Cuevas Morán, culpándolas tangencialmente de la muerte de su hermano Federico Gertz Manero.
La tesis del fiscal es que ambas mujeres dejaron sin cuidado alguno a su hermano, quien se encontraba enfermo. Y que el abandono que le dieron fue una de las causas mayores de su muerte, algo que no ha podido ser claramente comprobado.
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Lo que hizo estallar a Gertz Manero en contra de Scherer Ibarra es la filtración que de la nada apareció y que hizo que la revista Proceso publicara, una mansión del fiscal en la Ciudad de México.
El hijo del fundador del semanario no paró hasta reunir al director de éste con el fiscal, intentando hacerlo entender que la publicación y el entonces consejero jurídico caminaban por caminos distintos, pero nada funcionó.
El episodio más reciente fue la divulgación de llamadas telefónicas entre Gertz Manero y uno de sus funcionarios de la fiscalía, exhibiendo la influencia del primero sobre distintos personajes de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), con el propósito de que se mantenga en prisión a Alejandra Cuevas.
Dada la calidad de sonido de los audios subidos en redes sociales, más de uno miró hacia Scherer Ibarra, pero hubo otros que miraron hacia distintos vecindarios, unos, hacia Lomas de Sotelo sede de la Defensa y otros más, hacia Camino Real a Contreras, donde está la Agencia de Inteligencia.
El diagnóstico. Por lo que se refiere a Gertz Manero, muchos han entendido porqué la persecución de los delitos federales está de cabeza: aquellos que deben perseguir a los presuntos delincuentes están demasiado ocupados en asuntos claramente particulares, ajenos al interés público.
En los pasillos del gobierno federal se comenta que, originalmente, Bernardo Bátiz iba como favorito para ser el fiscal de López Obrador, pero Scherer Ibarra intervino y finalmente, quedó Gertz.
Queda claro que hubo un ganador en esa batalla por la fiscalía general: Alfonso Durazo, quien todavía no iniciaba como secretario federal de Seguridad Pública y ya miraba con poco entusiasmo a Gertz Manero, quien estaba posicionado como subsecretario del ramo.
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Lo único seguro es que Gertz Manero se ha hecho de un enorme poder, alimentado por la propia autocracia que lo llevó al cargo. López Obrador debería entender la magnitud del peligro que encierra algo así, pero como ya se dijo, se considera capaz de controlar a quienes están intoxicados de poder.
Un aeropuerto nuevo y su crisis
Esta mañana el presidente Andrés Manuel López Obrador da el banderazo de una de sus obras emblemáticas, el nuevo aeropuerto internacional que entierra el de Texcoco, aunque en los hechos no mejore la oferta en este servicio.
El aeropuerto internacional Felipe Ángeles dispone de un sinnúmero de frentes abiertos, por ejemplo, no solamente tiene una pésima conectividad terrestre; tampoco se trata del rebase de los 75 mil millones de pesos que iba a costar y que ahora mismo ronda los 115 mil millones; menos aún se trata de las prácticas contra los trabajadores sindicalizados que laboran en condiciones de locura.
Hay algo más complicado, si cabe decir, la posibilidad de que pudiera darse un accidente en el espacio aéreo, dadas las complicaciones técnicas que se están gestando.
Dicen los que saben que el primer golpe fue reducir los sueldos de los controladores de tránsito aéreo, que dependen de Servicios a la Navegación en el Espacio Aéreo Mexicano (Seneam), lo que abrió un enorme frente laboral.
La consecuencia es que Seneam ha colocado gente improvisada pero dócil, que no tiene el oficio para operar un proyecto como el que tienen en las manos.
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El segundo problema es el “rediseño de espacio aéreo” que ha creado un gigantesco problema a las aerolíneas, obligándolas a gastar más combustible, incrementar el tiempo de vuelo y como es de entenderse, descifrar el ambiente meteorológico del nuevo puerto aéreo.
Hasta ahora la Seneam ha ocultado lo que ocurre en la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, generando una olla exprés que tarde o temprano, estallará.
No en balde, son numerosas las aerolíneas que se están tardando a propósito para no pasar por ese puerto aéreo o en todo caso, enviar uno que otro vuelo para arriesgar lo menos que se pueda, sin echarse encima a Palacio Nacional.
Con todo, el peligro existe y la ausencia de información veraz solo exacerba la rumorología, algo que no debería darse en un proyecto que ha costado y seguirá costando, una fortuna a los mexicanos.
Por lo pronto felicidades, los mexicanos, porque a nosotros nos cuesta, tenemos nuevo aeropuerto internacional.
fcrisanto00@yahoo.com.mx
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*ARD