Fábulas de la intolerancia

El 18 de septiembre de 2020, el presidente Andrés Manuel López Obrador, soltó de buenas a primeras en su Mañanera, lámina de PowerPoint de por medio: “Ahí están las masacres je, je, je... este…”, antes de comentar alguna cosa sobre los desaparecidos y en general, la violencia en el país.

La burla nerviosa que soltó fue tomada como un insulto personal por innumerables familias que se preguntaron qué podría tener de gracioso un tema semejante, aunque todo parece indicar que la mofa era dirigida a un medio que criticó su conducción sobre el tema aludido, “abrazos, no balazos”, en el marco del segundo Informe de Gobierno.

Algo no andaba bien para soltar una burla sobre un tema explosivo, independientemente del propósito de contraatacar a un medio de comunicación de circulación nacional. Como sea, la expresión presidencial, disponible en redes sociales, sigue siendo perturbadora.

Aún estaban frescas las huellas del 2 de septiembre de ese año, en Cuernavaca, Morelos, cuando se contaron ocho muertos y catorce heridos en un ataque producido en la colonia Antonio Barona, por un comando armado.

Pues, con semejantes recuerdos, hay que leer lo ocurrido en la Cámara de Diputados en 2022.

 

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La panista Mariana Gómez del Campo, solicitó guardar un minuto de silencio por las pérdidas de vidas humanas en la invasión de Rusia en Ucrania.

Tal dato no era sacado de la manga, el gobierno de Ucrania informó que han rescatado más de 400 cuerpos en la ciudad de Bucha, en las inmediaciones de Kiev, después de que el ejército ruso se retiró del lugar.

A semejante tragedia habría que agregar que los muertos eran en su enorme mayoría, civiles y que estuvieron bajo el asedio de bombas rusas durante semanas.

Más lejos, la fiscalía general de Ucrania informó que se han encontrado con docenas de cuerpos maniatados y con tiro de gracia.

Esto último no es un tema ajeno a los legisladores mexicanos, considerando miles de personas que han muerto por ejecución de la delincuencia organizada, en las mismas condiciones.

Como era de esperarse, Morena se opuso a la propuesta.

El argumento que se esgrimió para la negativa fue por lo menos, desafortunado. No se tenía certeza de lo ocurrido y podría tratarse de un montaje.

Era muy clara la imagen propuesta por Morena. Docenas de militares vestidos de paisano, colocando cadáveres maniatados por ellos mismos, para después fotografiarlos. O, si no haciendo lo propio, militares estadounidenses, o de la OTAN. Da igual.

 

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El mensaje del montaje lo soltó nada menos que el vicecoordinador Leonel Godoy. Sí, se trata del exgobernador de Michoacán y medio hermano de Julio César Godoy Toscano, en su momento diputado federal por el PRD y que fue candidato al gobierno de Apatzingán.

El 7 de noviembre de 2015, Monte Alejandro Rubido García, secretario técnico del Consejo de Seguridad Nacional, informó en rueda de prensa que, Julio Godoy Toscano y Saúl Solís trabajaban bajo las órdenes directas de Servando Gómez “La Tuta”, uno de los fundadores de “La Familia Michoacana”.

En la versión de Rubido García, Julio César Godoy Toscano se encargaba de preservar la red de protección gubernamental para que “La Familia…” pudiera trabajar sin problemas en Lázaro Cárdenas, Arteaga y Nueva Italia.

Saúl Solís “El Lince”, es primo de Enrique Plancarte Solís, también dirigente indiscutible de “La Familia…” y hacía lo propio en La Huacana, además de coordinar temas de narcomenudeo en el Valle de México, según informó Rubido García.

Leonel Godoy fue gobernador de Michoacán en 2008 a 2012 y se hizo célebre un conflicto entre él y Carlos Loret de Mola por la divulgación de audios que vinculaban al michoacano con “La Familia…”, tema no completamente aclarado.

Pues, de esa voz salió la negativa a guardar un minuto de silencio para honrar a los muertos en una guerra desigual pero impulsada por un gobierno con el que López Obrador coquetea.

Tratando de enmendar las formas, el presidente de la Mesa Directiva, Sergio Gutiérrez Luna (Morena) “concedió un minuto de silencio por las pérdidas de vidas humanas en ambos conflictos”, ya que Gerardo Fernández Noroña, diputado del Partido del Trabajo (PT), había solicitado un minuto de silencio por las pérdidas de vidas humanas en el conflicto entre Marruecos y la República Saharaui.

Por si se quisiera pensar que la pifia de Godoy es una ocurrencia personal, habrá que pensar en el 18 de septiembre de 2020, y lo que, en esa fecha, Andrés Manuel López Obrador soltó en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

El presidente seguramente se confundió y pensó que estaba frente a las cámaras que cubren sus conferencias Mañaneras, porque de la nada ilustró a representantes de docenas de naciones los motivos por los que su gobierno se llama Cuarta Transformación.

 

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Didáctico, informó que la segunda transformación, “llegó a mitad del siglo XIX, muy importante y de trascendencia mundial, el movimiento de Reforma" y apuntó que fue encabezada por “un gran dirigente, un liberal, el mejor presidente que ha habido en nuestra historia. Un indígena zapoteco, Benito Juárez García”.

Pero cuando todo iba mal, empeoró: “fue tan importante su proceder y su fama que Benito Mussolini lleva ese nombre porque su papá quiso que se llamara como Benito Juárez”. Probablemente no cayó muy bien semejante guiño al fascismo en países de la ahora Unión Europea e Israel.

Mussolini es un personaje de referencia en la Segunda Guerra Mundial, pero no para bien, sino para recordar lo que el extremismo puede producir. Nacido el 29 de julio de 1883 en un pueblito, Predappio, se recuerda que fue expulsado del colegio salesiano de Faenza por sacar una navaja y propinarle una severa cortada en el rostro a un compañero de salón.

Suiza lo corrió cuando huyó para ese lugar, queriendo burlar al servicio militar y más tarde, por falsificar su permiso de permanencia. Benito tuvo su iluminación después de descubrir a Marx e inventar su convento de “Comunidad organizada”, en donde el pensamiento único es la base de la obediencia civil.

Mussolini inventó los pares de las juventudes hitlerianas e impulsó al Partido Nacional Fascista. De ahí a sus camisas negras, solo hubo un paso. Para el 27 de octubre de 1922, sus cófrades le plantaron cara al rey Vittorio Emanuelle III, quien terminó doblando las manos y con eso sepultó la vida parlamentaria en Italia.

Tras seis atentados en su contra, el Duce documentó en público que “Las balas pasan, pero Mussolini permanece”. En el poder, despidió a miles de burócratas que no quisieron seguir sus desvaríos y atacó a los medios opositores, tirando de paso el derecho a huelga y nacionalizó cientos de empresas privadas.

Poco a poco, desaparecieron los partidos políticos, inventó su cartilla moral y de ahí, soltó las amarras para deportar judíos a tutiplén.

Al final, avasallado por la derrota, cuando un comando de fuerzas especiales lo traslada a Alemania, Hitler le propone migajas y se intoxica de nuevo con el Partido Fascista Republicano, una fantochada inventada literalmente por el hombrecito que se agarraba a golpes en cualquier cantina en Munich.

De ahí, a que llegara el 28 de abril de 1945, y fuera ejecutado por Walter Audisio, “El coronel Valerio”, un partisano italiano, no pasó demasiado. Fue hasta 1957 que sus restos regresaron a su terruño, para no descansar jamás.

Benito y Adolfo son dos términos que terminaron por mostrar un significado paralelo al de simples nombres en la historia de la humanidad.

Es evidente que podría llegar un tercero a la lista: Vladimir.

Hay leales a López Obrador que juegan con fuego y es altamente probable que crean que no son fanáticos de la intolerancia y de la barbarie. Pero están equivocados.

En el futuro se recordarán sus ocurrencias y la negativa a reconocer que los muertos de Ucrania son tan importantes como los muertos que niegan en Michoacán, por ejemplo.

Sin embargo, si son importantes.

Y no es un asunto de ideología, sino de condición humana.

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